lunes, 23 de junio de 2014

Erase una vez... (38 días)

Toda empezó con el deseo de conocer el mundo y que el mundo me conociera a mí…




Muchas veces sentimos fuera de lugar, como "pez gordo en pecera chica". Siempre dirán que es por la edad en la que nos encontramos y la revolución hormonal que llevamos dentro de nosotros; sin embargo yo tengo otro diagnostico a estos padecimientos: es la primera señal de que necesitas un cambio. Siguiendo mi propia receta comencé a pensar y buscar alguna manera de lograr ese cambio que tanto anhelaba, sin embargo un simple corte de cabello o unos cuantos piercings no era lo que buscaba. 

Y así fue como llegué a la loca idea de irme de intercambio.






Con ayuda de mis abuelos me inscribí en el programa de intercambio que ofrece Rotary Internacional a jóvenes de entre (15-18 años). Bueno tal vez te preguntes en que consiste, pues bueno primeramente es un intercambio cultural de jóvenes donde tú como intercambista vas representando no solo a tu club o distrito, sino a tu país, con el objetivo de aprender acerca de otra cultura pero a la vez enseñar sobre la tuya.




Por lo tanto llegue mi solicitud y una de las preguntas que te hacen es ¿Dónde quieres ir?


He ahí mi dilema. Por lo tanto hice una ardua búsqueda en internet acerca de cuáles serían mis mejores opciones para ir. Después de resumir y volver a resumir mi listado de 20 países se resumieron a tres: Finlandia, Noruega e Irlanda. Ya dejaría en manos de Dios la decisión de a donde seria mandada. Debo decir que fueron varios meses esperando una respuesta, largos y estresantes meses pensando acerca de donde viviría el próximo año.





Unos cuantos días antes de mi cumpleaños número 17, recibí la llamada de mi abuela diciendo que tenía una muy buena noticia para mí. Sin tener la más mínima idea de que se podría tratar pacientemente espere su respuesta, pero lo único que dijo fue: “¿A dónde te querías ir de intercambio?”.

Desconcertada y con el corazón en la garganta respondí el único sitio que moría por conocer: “Finlandia…”. Sin dar crédito a lo que mis oídos escuchan, lagrimas corrían por mis ojos y una risa histeria salía de mi boca al escuchar lo que tanto había querido durante todo este tiempo; “¡Te iras a Finlandia!”.





De esa forma mi aventura inicia, sin embargo todavía con una gran incógnita sin responder:
¿A qué parte de Finlandia iría?